Una sed de palabras me arrebata a diario; cojo mi libro y leo ávidamente.
Un hambre de nuevas sensaciones me corroe el estómago; empiezo un nuevo libro.
La lectura es para mí una necesidad fisiológica a la que no puedo esquivar; una reacción, supongo, en cadena, porque cuanto más leo, más ganas tengo de leer.
Lo único que me entristece es la certeza de no poder leer - por es escaso tiempo que me queda hasta morirme – por lo menos el 10% de toda la literatura imprescindible a la vida de cualquier persona. ¡Qué lástima! Debería ser obligatorio, debería existir una ley universal para la lectura. Que maravilloso sería, por ejemplo, poder decirle a mi jefe: “_Sr. Ortega, son las diez, es la hora de mi lectura diaria, vuelvo dentro de hora y media, ¡hasta luego!” ¡Ah, qué gozada! ¡Noventa minutos de placer en mi trabajo! Además, asegurados por ley.
Pienso que se lee poco, mejor, se lee poca buena literatura. No entro en la dicotomía clásico X best-seller, que es importante leer de todo, sin embargo, sí, tengo una opinión: no se debe emplear el precioso ínfimo tiempo que sobra – por lo menos en mi caso – en lecturas de obras de escaso valor literario. Pero, ¿qué es el valor literario? ¿Quién lo define? ¿Por cuáles reglas se rige la prioridad de lectura?
Bajo mi punto de vista, basada en mi experiencia, se ha de leer a los clásicos, por lo menos a los 50 esenciales para un buen comienzo. ¿Por qué? Para adquirir criterio y sabiduría, para conocer los estilos, para saber diferenciar las épocas, para habituarse a lo realmente extraordinario, y se ha de empezar en la infancia, no subestimemos a las (os) niñas (os). El ser humano es un animal de hábitos y, sí, se puede acostumbrar a lo bueno y a lo malo.
Sí, estoy de acuerdo con que mis hijas adolescentes lean el último best-seller sobre vampiros, pero no estaría de acuerdo si sólo leyeran este tipo de libros. La base, los clásicos, deben llegar antes a la mente de las (os) niñas (os), de esta forma podrán discernir entre la buena, la mediana y la mala literatura. ¿Verdad, que si le damos el biberón al bebé cogemos el riesgo de que se acostumbre y ya no quiera, siquiera probar, la teta? Pues, el “biberón de los best-seller” debe llegar a su tiempo, después de una activa inmunización a través de la “leche de los clásicos”.
¡No es aburrido leer! ¿Por qué la mayoría de los jóvenes tiene esta idea? Porque ven la apatía general (familia incluida) hacia la lectura. Se ha de desmitificar el acto de leer. Leer es natural, es como beber agua o respirar; tenemos ojos y leemos.
Vuelvo a mi sed y a mi hambre inicial y me sacio con las 683 páginas de mi actual lectura.
¡Amo leer!
Un hambre de nuevas sensaciones me corroe el estómago; empiezo un nuevo libro.
La lectura es para mí una necesidad fisiológica a la que no puedo esquivar; una reacción, supongo, en cadena, porque cuanto más leo, más ganas tengo de leer.
Lo único que me entristece es la certeza de no poder leer - por es escaso tiempo que me queda hasta morirme – por lo menos el 10% de toda la literatura imprescindible a la vida de cualquier persona. ¡Qué lástima! Debería ser obligatorio, debería existir una ley universal para la lectura. Que maravilloso sería, por ejemplo, poder decirle a mi jefe: “_Sr. Ortega, son las diez, es la hora de mi lectura diaria, vuelvo dentro de hora y media, ¡hasta luego!” ¡Ah, qué gozada! ¡Noventa minutos de placer en mi trabajo! Además, asegurados por ley.
Pienso que se lee poco, mejor, se lee poca buena literatura. No entro en la dicotomía clásico X best-seller, que es importante leer de todo, sin embargo, sí, tengo una opinión: no se debe emplear el precioso ínfimo tiempo que sobra – por lo menos en mi caso – en lecturas de obras de escaso valor literario. Pero, ¿qué es el valor literario? ¿Quién lo define? ¿Por cuáles reglas se rige la prioridad de lectura?
Bajo mi punto de vista, basada en mi experiencia, se ha de leer a los clásicos, por lo menos a los 50 esenciales para un buen comienzo. ¿Por qué? Para adquirir criterio y sabiduría, para conocer los estilos, para saber diferenciar las épocas, para habituarse a lo realmente extraordinario, y se ha de empezar en la infancia, no subestimemos a las (os) niñas (os). El ser humano es un animal de hábitos y, sí, se puede acostumbrar a lo bueno y a lo malo.
Sí, estoy de acuerdo con que mis hijas adolescentes lean el último best-seller sobre vampiros, pero no estaría de acuerdo si sólo leyeran este tipo de libros. La base, los clásicos, deben llegar antes a la mente de las (os) niñas (os), de esta forma podrán discernir entre la buena, la mediana y la mala literatura. ¿Verdad, que si le damos el biberón al bebé cogemos el riesgo de que se acostumbre y ya no quiera, siquiera probar, la teta? Pues, el “biberón de los best-seller” debe llegar a su tiempo, después de una activa inmunización a través de la “leche de los clásicos”.
¡No es aburrido leer! ¿Por qué la mayoría de los jóvenes tiene esta idea? Porque ven la apatía general (familia incluida) hacia la lectura. Se ha de desmitificar el acto de leer. Leer es natural, es como beber agua o respirar; tenemos ojos y leemos.
Vuelvo a mi sed y a mi hambre inicial y me sacio con las 683 páginas de mi actual lectura.
¡Amo leer!
1 comentario:
no puedo estar más de acuerdo..sabias palabras, aunque viniendo de ti no podia ser de otra forma..
beijos preciosa!
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